lunes, 24 de mayo de 2010

Saliendo de la zona de confort


Hace unos días, una persona allegada a mi me comentaba que le había llegado el carné de su hijo con varias materias bajas en el liceo. Me decía que desde que comenzó el año no lo veía estudiar, y siempre le insistía para que lo haga, pero que esperaba el carné para ratificar que realmente era así. Llegó el carné y confirmó lo que sospechaba. Luego de que me contó esto, lo primero que se me ocurrió preguntarle es si tenía un lugar físico dentro de la casa destinado exclusivamente para el estudio. Como me imaginaba, la respuesta fue negativa. Pero... ¿por qué hice esta pregunta antes que nada?

En primer lugar, porque personalmente, en mi época liceal, y en facultad también, tener mi lugar de estudio fue algo que me sirvió muchísimo para incentivarme a estudiar y a concentrarme. Además, ocurría que a compañeros que no les iba bien, la mayoría no tenía su lugar definido de estudio en sus casas, sino que para hacerlo daban vueltas por toda la casa en busca de alguna mesa libre, donde no esté la familia mirando televisión ni conversando, resultando en que la mayor parte de las veces no encontraban ese espacio y por tanto debían estudiar con todo tipo de potenciales fuentes de distracción a su alrededor. Para los adolescentes, que ya de por sí naturalmente les fatiga todo, esto hace que sea doblemente difícil ponerse a estudiar, y que cuando lo hacen no rindan como debieran.

Este es un ejemplo particular del tema de fondo de este post, que denominé "Saliendo de la zona de confort". "El mayor enemigo al potencial humano es su zona de confort", dice la caricatura del inicio de esta entrada. Lo que ocurre es que siempre empezar a hacer algo nos cuesta mucho más esfuerzo que continuar haciéndolo una vez que ya empezamos.

En el caso que les comentaba, lo difícil es salir de la zona de confort para "ponerse a estudiar", pero una vez que ya se está estudiando es mucho más facil continuar haciéndolo. Entonces, lo que debemos hacer es mitigar ese "esfuerzo" por salir de la zona de confort. En este caso la medida a tomar sería tener ese lugar físico dedicado exclusivamente al estudio. Eso hace que sea más fácil comenzar, ya que tenemos todo preparado, casi llamandonos, un lugar sin posibles distracciones cerca, con todo el material de estudio pronto, evitando el esfuerzo adicional de tener que recolectar el material y salir por toda la casa en búsqueda de un lugar.

Por alguna razón, una pequeña barrera adicional de esfuerzo, para nuestros cerebros provoca un impedimento importante a la hora de ponerse a hacer algo.

Otro ejemplo del mismo concepto puede ser proponerse salir a correr todas las mañanas. Seguramente a muchos les habrá ocurrido que se han planteado desafíos similares y los han abandonado, simplemente por esa fatiga que provoca el pequeño esfuerzo de comenzar a hacerlo. Entonces, ¿qué hacer en esos casos? La idea es buscar alguna forma en la que sea más fácil salir de la zona de confort. Para este ejemplo, si nos cuesta hacerlo, un método puede ser acostarse a dormir con la ropa de hacer ejercicio puesta. Al otro día, al levantarnos de la cama, lo más fácil será salir a correr!

Espero que este post les haya servido para pensar en este tipo de cosas, que son comunes pero que generalmente las dejamos pasar, y para que de ahora en más busquen alternativas para comenzar a hacer lo que tienen pendiente por resultarles difícil el esfuerzo inicial de "salir de la zona de confort".

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